Origen de la Mermelada

Origen de la Mermelada

A todos nos encanta una cucharadita de mermelada en una tostada, o también como ingrediente de un postre, o simplemente comerla a cucharadas.. Sin embargo, quizás no conozcas cuál es su significado y su historia. Aquí una breve explicación.

 SU ORIGEN…

Empecemos lo que para muchos resulta fácil de comprender su significado, pero para la mayoría es aún una intriga, su real significado.

Las palabras “membrillo” y “mermelada” tienen el mismo origen, aparentemente son muy diferentes, pero ambos vienen del griego “melímelon”, que pasó al latín “melimelum”. En esta palabra podemos reconocer fácilmente la raíz “meli” que significa “miel”; y también “melón” que significa “manzana”. “Melímelon” y “melimelum” significa “manzana de miel”. Cuestión  que los romanos y griegos cocían los membrillos con miel porque era la única forma de comerlos en los tiempos ancestrales.

¿Cómo pasamos del latín “melimelum” a la palabra “membrillo”? Primero que todo es una palabra muy larga y que resultaba complicada de pronunciar en esos tiempos, por eso la gente se enredaba y cambiaba los sonidos, los modificaba y se iba alterando cuando se entraba en contacto del boca a boca entre las personas. “Membrillo” en portugués se dice “marmelo”, que es una forma muy cercana al original latino. De “marmelo” se deriva “marmelada” (o “mermelada”), que significa “dulce de membrillo” o “confitura de membrillo”.

Los portugueses exportaron el “marmelo” a otras lenguas y cuando fueron adaptándola los ingleses, franceses, españoles e italianos, lo hicieron a su manera de modo que en cada país este dulce lo convirtieron en un dulce de una fruta diferente. Para los ingleses “marmelade” es una confitura de la famosa naranja amarga inglesa. En cambio para los franceses y españoles, “mermelada” es una confitura de cualquier fruta, menos del membrillo. Mientras que los italianos, tiene su propia tradición de mermeladas derivadas de los antiguos romanos que lo denominaron “membrillada” (mermelada a base de membrillos) y la “marmellata” (mermelada de cualquier fruta o verdura).

HISTORIA

Resulta complicado dar un nombre o quedarse con una única fecha. Lo que sí es cierto es que en yacimientos arqueológicos egipcios se han encontrado ánforas con mermelada. Algunos hallazgos confirman que Ramsés II contaba con recetas en la que incluía la mermelada como ingrediente. El objetivo primordial era mantener la fruta durante más tiempo sin que perdiera su sabor. Así, un método de conservación tan eficaz se convirtió en una opción casi irrenunciable para los amantes de la repostería. Respecto a la primera receta de la que quede constancia se puede encontrar en el libro de cocina del gastrónomo romano Marco Gavio Apicio “De Re Coquinaria” redactado en el siglo IV. En este particular caso, la receta se basa en cocer y triturar el membrillo, para luego mezclarlo con miel y así darle una dulzura extra a la preparación (un ingrediente barato en aquella época e ideal para mantener al margen las bacterias). La revolución en lo que a su preparación se refiere se produjo entre el siglo III y IV por parte de los Persas. Ellos sí disponían de azúcar en el siglo VI y a partir de su invención se sentaron las bases para crear tan deliciosa confitura. También en la Antigua Grecia  se conocía dicha preparación, reflejado el recetario del ya mencionado Apicio.

Otra de las primeras referencias la podemos encontrar concretamente en Murcia, con Ibn Razin al-Tuyibi (1227-1293), un reconocido sabio, jurista, poeta y gastrónomo, quién escribió su famoso libro titulado Relieve de las mesas (que constituye una fuente privilegiada sobre la cocina árabe-andaluza medieval). En este libro ya habla de la mermelada como ingrediente, considerándola una especie de oblea que se quebraba y rompía, y se mezclaba con sirope o miel, porque aportaban un dulzor extra. A partir de ahí, se generalizo el término para la mezcla de frutas exclusivamente, las fresas fueron usadas al ser muy sensibles a la oxidación, y se incorporaba una cantidad de fructosa que ayuda a equilibrar su acidez. Constantes que han perdurado a través del tiempo hasta nuestros días.

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